El ambiente está tan cargado que
necesitas tomar el aire. Así que te cubres con la sábana y te diriges hacia la
ventana al mismo tiempo que enciendes un cigarro. La ventana, abierta de par en
par, te permite sentarte en el alfeizar y disfrutar de las vistas. Al fondo
supones que está el océano, oculto tras el manto de la noche, y los reflejos de
la luna ondean en la superficie, como un destello fantasmagórico del universo.
Las palmeras, aunque te parecen de mentira, de plástico, le dan un toque
exótico al paisaje.
Alicia
se acerca a ti, desnuda, tan sólo con unas botas de piel estilo cowboy, y te
ofrece un vaso de JB con hielo. Ella huele a sexo y parece bastante ebria.
Después caes en la cuenta de que tú también estás borracho e intentas hacer una
lista mental de todo lo que has bebido y tomado esta noche. Pero desistes pues
tu cerebro está en otro lugar y tampoco es el momento.
-¿Estás
mejor? –te pregunta la chica dulcemente, y descubres un cierto acento del sur.
-Sí.
Sólo me he mareado un poco.
Cuando
Alicia te quita el cigarro de la boca para darle unas caladas, te sientes como
arrastrado hacia el pasado, en un viaje a través del tiempo, hasta esta misma
tarde, cuando Ángel se preparaba unas líneas de cocaína sobre el mueble bar de
tu habitación y tú pasabas el rato sentado en el sofá con los pies sobre la
mesita de cristal y siguiendo, despreocupado, un programa de La ruleta de
la fortuna. Un concursante ha ido diciendo las siguientes letras y ha
acertado todas hasta resolver el panel: “La S de Susana; la Q de Quiero; la H
de Hacerte; la V de Vibrar”. Y luego has colocado las palabras seguidas y te
has dado cuenta de que había un mensaje oculto.
Una
ráfaga de aire fresco que se cuela por la ventana te congela el sudor que
resbala por tu espalda y te produce un escalofrío.
-¿Te
encuentras bien, Bruno? –te pregunta Alicia.
-No
sé.
Intentas
dar un sorbo del whisky pero una arcada te lo impide.
Luego,
para que tu estómago se asiente, has intentado pensar en otra cosa y has
recordado el momento en el que has
conocido a Alicia, hace tan sólo unas horas, en una pub del paseo marítimo y
ella te ha definido como “el madurito”. “Quiero irme con el madurito” ha dicho
para ser exactos. Después has intentado hacer un cálculo mental de la edad de
Alicia y crees que ella puede ser bastante joven, pero no estás de acuerdo con
que tú seas “un madurito”. Pero no te importa demasiado porque ella te ha
elegido a ti, y no a Ángel, y habéis venido a la habitación de tu hotel en un
taxi, te ha invitado a cocaína y te ha hecho bastantes guarrerías en la cama, y
en el cuarto de baño, y sobre la alfombra de pelo violeta junto al mueble bar,
y luego de nuevo en la cama.
-¿Eres
Bruno Bravo, verdad? –La chica sigue fumando de tu cigarro y te reconoce-. El
tipo de la tele.
Te
aclaras la garganta e intentas aparentar sobriedad.
-No
–dices, y tomas aire-. Mucha gente me confunde con él. Yo me llamo Nicolás. Nicolás Sarkozy.
-Creo
recordar que me has dicho que te llamabas Bruno…
-Creo
que has bebido demasiado –respondes para salir del atolladero y miras con ojos
ansiosos el cigarro que Alicia se lleva con dos dedos a los labios. Unos labios
muy sexys, por cierto. Y bajas la mirada hacia los pechos desnudos de la chica,
y te mareas.
Amanece
mientras fumáis mariguana desnudos en la cama. No sabes cuánto tiempo ha pasado,
pero sabes reconocer las cosas buenas de la vida. Llamas a tu madre y la
felicitas el año nuevo. Luego llamas a Rebeca y preguntas por los niños. Luego,
Alicia te la chupa mientras tarareas 24 Hours de Sky Ferreira. Luego llamas
a Ángel y le pides perdón. Te quedas sin batería justo en el momento en el que
te corres y una brisa oceánica entra por la terraza agitando con suavidad las
blancas cortinas. Alicia, con restos de semen en sus labios, te besa en la boca
y dice: Feliz año nuevo, Nicolás Sarkozy.