martes, 11 de noviembre de 2014

El horizonte de sucesos

Lo haces porque sabes que a ella le molesta. Crujes los nudillos acodado sobre la mesa mientras esperas a que el camarero os retire los platos y os traiga el postre.
                Jimena es capaz de hablar sin pronunciar palabra y tú conoces a la perfección ese lenguaje escondido detrás de sus gestos y ademanes. Ella ha guardado un mohín serio y distante, ni si quiera te mira a los ojos cuando te diriges a ella y cuando ella lo hace hacia ti lo hace pronunciando rápidos monosílabos para ahorrarse malgastar saliva contigo.  Y lo sabes: está enfadada. Y por algo que desconoces, aunque podrías imaginarte más de una o dos razones. Has intentado bromear, inútilmente. Incluso te has anticipado a los hechos y la has invitado a cenar al Mario’s, que sabes que es uno de sus restaurantes preferidos, pero ella no ha dado señales de agradecimiento ni de alegría, ni si quiera se ha maquillado para la ocasión, expresando un cierto desaire hacia la velada. Ya no sabes qué hacer y sólo se te ocurre algo estúpido.
                -¿Te ocurre algo? –preguntas. Casi no has podido pronunciar las palabras con contundencia debido a la falta de confianza que se despierta en ti cuando Jimena toma el papel de novia mosqueada. Ella, sin mirarte, resopla y, aunque niega con la cabeza, sabes que miente, y que no va a ser tan fácil enterarte de lo que ocurre.
                El camarero, muy educadamente, os pregunta si habéis terminado y asentís y recoge los platos vacíos y los cubiertos y luego os trae la carta de postres junto con un pequeño cenicero porque ha observado que sacabas un cigarrillo y lo colocabas en tu boca, sin encenderlo. No has fumado antes porque, aunque has buscado algún cartel que prohibiera o permitiese fumar, no estabas seguro de poder hacerlo. Pero cuando el camarero ha llegado con el cenicero has tardado escasos segundos en acercar la pequeña vela violeta que ha permanecido encendida durante toda la cena en el centro de la mesa y has encendido tu cigarro. Has introducido el humo en tus pulmones con una generosa calada y luego lo has soltado lentamente, relajado, disfrutando del momento, que ha sido uno de los mejores de la noche.
                Seguís en silencio y miras la carta de los postres sin prestar demasiada atención al contenido porque piensas que eso excusa que estéis callados. Pero no te apetece comer más y, cuando el camarero se acerca a tomaros nota, te pides un JB con hielo. Jimena te atraviesa con la mirada y luego pide una tarta helada de queso y frambuesas.
                Notas que tu teléfono móvil vibra en el bolsillo del pantalón de tu traje y lo sacas y echas un vistazo rápido. Es Ángel, y no crees que sea acertado contestar a la llamada, así que cuelgas y depositas el teléfono en un lado de la mesa. Como intentando alejarlo de ti. Jimena, que ha visto lo que acabas de hacer, te dice:
                -Podría ser algo importante, ¿no?
                Has observado que Jimena ha bajado la guardia y lo aprovechas.
                -No hay nada más importante que cenar contigo –dices y te sientes un tanto calzonazos. Sabes que lo podrías haber hecho mejor pero te ha podido la presión.
Te has fijado en Jimena para analizar su expresión. Pero simplemente ha apartado la mirada y ha cogido un cigarro de tu paquete. Luego le has acercado la vela y lo ha encendido. Te ha dicho gracias, pero no has notado nada. Piensas que la oportunidad aún no se ha pasado y lo vuelves a intentar.
                -Te noto rara –dices-, puedes contarme lo que te pasa.
                Ella te mira y luego juguetea con la servilleta. Resopla. Tú traqueteas con los dedos sobre la mesa. Puede que haya sido improductivo tu intento por sonsacar a Jimena qué diablos le pasa y te echas para atrás en la silla al percibir que el camarero se acerca a vuestra mesa y deposita frente a Jimena su tarta helada y luego te sirve el whisky.
                El teléfono móvil vuelve a bailar sobre la mesa. Lo miras y es Ángel otra vez. De nuevo lo cuelgas, pero tras unos segundos vuelve a vibrar. Apagas el cigarro y colocas el cenicero sobre el teléfono móvil para ocultarlo. Pero el teléfono comienza a vibrar por enésima vez y dibuja círculos sobre la mesa con el cenicero encima. La escena saca una pequeña sonrisa a Jimena que cuando nota que la miras vuelve a ponerse seria y expulsa el humo entre sus labios sensualmente. No coquetea contigo, simplemente es su forma de hacer las cosas, siempre tan sexy y dulce.
                -Cógelo, anda –te dice.
                Carraspeas y agarras el móvil. Pides perdón y sales hacia uno de los pasillos del restaurante. Contestas a Ángel.
                -Ángel, no puedo atenderte, estoy cenando con Jimena y… sí, no se me ha olvidado… no, es simplemente que a Jimena le pasa algo y nos has pillado justo cuando lo estábamos arreglando –te aclaras la garganta y te pones algo nervioso-. Sí, mañana cogeré el taxi a las siete y llegaré a tiempo al aeropuerto, no te preocupes… sí, todo está bien, minucias, ya sabes… no, no te preocupes, mañana allí estaré… descuida… lo tengo apuntado en la Blackberry… no te preocupes… sí, sí… claro… descuida. Adiós. Adiós.
                Y cuelgas y te acercas a la mesa con paso rápido porque por un momento se te ha pasado por la cabeza que Jimena tal vez podría haberse marchado. Pero cuando estás cerca de la mesa ves que Jimena sigue ahí y que aún no ha tocado su tarta. Piensas que es un bonito detalle que te haya esperado y te sientas intentado no arrastrar la silla y sonríes.
                -Perdona. Ya no nos molestarán más.
+++

Pagas la cuenta y te dispones a terminar tu copa, pero luego crees que no es muy acertado y tan sólo te mojas los labios.
                En la calle refresca y decides poner tu chaqueta sobre los hombros de Jimena para abrigarla. Ella acepta tu detalle pero no expresa ningún signo de gratitud. Te sientes derrotado pero, qué demonios.
                -¿Te apetece, no sé, ir al cine, por ejemplo?
                -No. Estoy muy cansada. Quiero irme a casa.
                Te das por vencido y levantas una mano para llamar a un taxi.

+++

Tu casa huele muy bien. La decoración es fruto del trabajo de Jimena. Hizo un buen trabajo, piensas. Sueltas las llaves en el aparador y despojas de tu chaqueta  a Jimena que se va directamente al cuarto de baño. Te sientas en el sofá y aflojas el nudo de tu corbata. Enciendes la tele y dejas una reposición de un capítulo de Los problemas crecen. No tienes nada de sueño aunque hoy ha sido un día duro en la oficina. Descansas los pies sobre la mesita y enciendes un cigarrillo.

                Sobre la mesita hay una revista del corazón con un reportaje de las mascotas de los famosos. LOS MEJORES AMIGOS DE LOS FAMOSOS, se titula el reportaje. Quizás deberías comprarte un perro. O un gato, tal vez. No habías caído en la cuenta pero te sientes muy solo. Es uno de esos días en los que nadie te ha dicho nada realmente importante, ni se han preocupado por preguntarte qué tal estás. Tú se lo has preguntado a dos o tres compañeros de la oficina, pero ellos no se han molestado en preguntarte a ti. El tipo del taxi te ha cobrado dos pavos de más y tú no se lo has recriminado. Te has callado. No has tenido una conversación seria en todo el día. ¿Cuánto tiempo hace que no te ríes a carcajadas? ¿Cuánto tiempo llevas sin hablar con nadie a no ser que sean cosas del trabajo? Quizás seas adicto al trabajo. Pero en realidad sabes que no, que odias tu oficina y a tus compañeros. Y también sabes que has hecho muchos esfuerzos por que eso no fuese así. Pero es que estás rodeado de gilipollas. O tal vez seas tú el mayor gilipollas de todos. Mírate. En realidad no tienes nada. Te gustaría que Jimena se acercase al sillón con una botella de vino y dos copas vacías y se sentara a tu lado y os pasaseis la noche entera hablando. Riendo. Contándoos vuestras cosas. Hubo un tiempo que fue así. Y se supone que no eran los mejores tiempos. Pero a ti te gustaban. Eras feliz, o todo lo feliz que puede llegar a ser una persona como tú. También cabe la posibilidad de que no seas capaz de valorar lo que tienes. Quizás sea eso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario