jueves, 23 de septiembre de 2010

Estuco color salmón

A través de la ventana con un cristal algo vaporoso, sentado en el sofá de cuero blanco de mi salón, percibo unas nubes negras arremolinándose en el cielo y formando un manto gris que ensombrece la mañana. Sin entrar en detalles, hace algo más de un año que nada ha cambiado. No ha ocurrido nada excesivamente malo, pero tampoco ha ocurrido algo delicadamente bueno y eso me hace sentir un tanto deprimido y si sumamos la profunda soledad que siento en estos primeros días de invierno, no puedo evitar que las lágrimas enjuaguen mis ojos y que mis manos no dejen de temblar y no paro de deambular por mi casa, buscando algo que me saque una sonrisa, sin ningún resultado. Miro la pantalla de mi teléfono móvil para comprobar que la cobertura es buena, que sigue funcionando correctamente, que tal vez alguien no haya querido contactar conmigo sin lograrlo, pero el teléfono está en perfecto estado, aunque algo abandonado y aburrido. Por el cristal de la ventana comienzan a resbalar las primerizas gotas de una incipiente tormenta, como lágrimas deslizándose por una fría mejilla, precipitándose al vacío, sin ningún objetivo. De las paredes comienzan a brotar serpientes, reptando por el estuco color salmón, esquivando los apliques que se encienden y apagan intermitentemente, como el parpadeo de un psicópata, despreocupadamente. El suelo se retuerce sobre sí mismo, haciendo saltar las tablas del parqué, produciendo un sonido parecido a huesos humanos rompiéndose por la torsión. Cras, cras, cras… y todo empieza a tambalearse. Cuando siento bajo mis pies el temblor del edificio, que vibra vigorosamente, me escondo bajo la mesa, como aconsejan los manuales en caso de terremoto. La pintura plástica del techo comienza a desmembrarse, formando finos hilos, riachuelos minúsculos que recorren el techo abriéndose paso hacia las paredes, quebrando todo lo que encuentran a su paso, convirtiéndose en enormes grietas que dejan al aire libre el ladrillo y la madera que sujetaban el piso. Como si de una herida se tratase, la sangre empieza a borbotear de esas grietas y yo me echo las manos a la cabeza como un niño pequeño que tiene miedo en su cama por la noche y es entonces cuando los cristales estallan en millones de esquirlas que brillan al contacto con la luz metálica del cielo que está tronando y lanzando rayos frustradamente. Salgo corriendo, descalzo, a través del pasillo que ha perdido su estabilidad y al poner el pie en un charco de sangre me deslizo, cayendo de espaldas al suelo y golpeándome la cabeza. Justo en el momento en el que el edificio entero se está viniendo abajo, un haz de luz, con forma de pirámide invertida, nace en la mesilla del salón, que se balancea de un lado para el otro de la habitación, chocando con las paredes, y caigo en la cuenta de que es mi teléfono móvil que está recibiendo una llamada, la música que suena es Creep de Radiohead. Pero el techo se desploma y todo queda bajo los escombros. Las cascadas de sangre arrastran serpientes y muebles y ropa escaleras abajo. Y yo me dejo arrastrar también. Y las escaleras son eternas.

sábado, 11 de septiembre de 2010

F. O'Connors

"Siempre que llego a un lugar alguien me pregunta: ¿Usted piensa que la educación universitaria amordaza a los escritores? Mi opinión es que no los amordaza lo suficiente. Muchos bestsellers salen de la pluma de tipos que han recibido educación universitaria."

domingo, 5 de septiembre de 2010

ANTES DEL ATARDECER - Richard Linklater


"Veo a los que hacen el trabajo de verdad, y lo triste es que, los altruistas y los trabajadores capaces de mejorar el mundo, generalmente no tienen el ego o la ambición para ser líderes. No les interesa las recompensas superficiales".

viernes, 3 de septiembre de 2010

UN GRAN CHICO - Nick Hornby


"Marcus tenía razón, por supuesto, pero tener razón no servía de nada si el resto del mundo estaba equivocado"