lunes, 26 de marzo de 2012

ANIMAL DE ZOOLÓGICO

Llevaba tanto tiempo escribiendo que las letras se me juntaban y el destello de la pantalla del ordenador me cegaba. Pero lo había hecho: había escrito el libro y estaba contento de ello. Para mí era algo grande, aunque tal vez nunca nadie lo leyese. Miré el cenicero lleno de colillas; las botellas vacías y tuve ganas de coger el móvil y llamar a V para decirle que por fin lo había terminado, pero era bastante tarde y supuse que estaría durmiendo (algo que mi cabeza me pedía que hiciera yo también). Me quité las gafas y restregué mis ojos. Y algo me abrazó desde atrás. Era Jimena.
-Es muy tarde –me dijo-. ¿No vienes a la cama?
-Claro –respondí. Y luego: ya lo he acabado.
Ella agarró el ratón del ordenador y deslizó el cursor sobre las 620 páginas de mi libro.
-¡No lo puedo creer! ¡Lo has terminado por fin!
Y me besó. Luego miró las botellas vacías y me llamó animal de zoológico. Me levanté y tuve que apoyarme sobre mi escritorio para no caerme.
-Vete a dormir –me dijo. Y ya no recuerdo más.
Hasta que en la oscuridad alguien me acarició la cara. encendí la lamparita de la mesilla y vi a Jimena frente a mí, sonriendo. Luego me coloqué las gafas para ver con claridad el reloj digital y vi que eran las 6:33 de la mañana.
-Lo he leído –me dijo.
-¿Te has pasado la noche entera leyéndolo?
-Sí. Y es genial.
-Tú también lo eres.
-Ahora debes empezar a plantearte dejar de beber.
-Algún día lo lograré –dije-. Igual que he logrado terminar mi libro.
Después todo se oscureció. Y noté el cuerpo caliente de Jimena acostándose a mi lado.

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