
Tengo que escribir esto:
El otro día, cuando me disponía a sacar dinero de un cajero automático, una chica ataviada con un chaleco rojo con un conocido logotipo de una ONG (para no ser más concretos, pues no es un detalle importante) se me acercó y me dijo que si tenía un minuto. Yo, que no estaba muy por la labor, cordialmente le dije que lo tenía pero que no iba a colaborar con nada. Entonces la chica me dijo: “¿Tan cerrado estás?” y entonces tan sólo pude balbucear un “sí” porque su desplante me dejó sin palabras, y luego se fue. Entonces, tengo que decir varias cosas: Me sorprende la osadía de algunas personas que te responden tan inoportunamente, arriesgándose a que les metas un puñetazo en las narices. Porque yo intenté ser educado, al menos, con ella. Podría haber sido mucho más borde, porque ser borde no es algo para lo que necesites ser un genio, y ella se aprovechó de esto y me salió con esas. Porque no soporto a los que se autodenominan “sinceros”. Porque seguro que todos conocéis a alguien que alguna vez, después de soltar alguna impertinencia tan típica como “qué mal te queda ese vestido” o “cállate que me duele la cabeza” se han excusado diciendo “lo siento, yo es que soy muy sincero”. Pues bien, Me fastidia que se suela confundir la palabra “sinceridad” con “mala educación” o “grosería”, porque ser sincero no significa romper un clima agradable en un círculo de amistad con el simple objetivo de llamar la atención. Eso es de quinceañeros, por el amor de Dios. Y también me fastidia sobremanera que siempre esa “sinceridad” se mal use de forma negativa; siempre para decir lo malo. Y siempre, y perdonadme por ser tan holístico, para recalcar defectos de los demás, y nunca se utilice para pedir perdón, o dar las gracias, o alabar a alguien. Y si todo esto es ser sincero, yo le pediría a la señorita de la ONG y a todos los que sean como ella que, antes de ser “sinceros” se lo piensen dos veces, pues mi conclusión es que si esto es cierto y yo me equivoco, es preferible la educación y la bondad a la irreverencia, la chulería o la prepotencia. Porque gracias a los que no nos consideramos “sinceros”, los que sí se cuelgan la medallita pueden ir soltando perlas por ahí tranquilamente. Así que, para terminar, a la gente que piense como yo les digo que si alguien no sabe hablaros con educación que ni si quiera os molestéis en darle los buenos días; y para los que se sientan identificados con los “autosinceros” y tal vez se ofendan, tan sólo decirles que este es mi blog y escribo lo que me da la gana. ¡Toma sinceridad!