miércoles, 24 de noviembre de 2010

EL CORAZÓN Y LO POMPOSO

He oído en las noticias que el el pan con tomate (pa amb tomàquet, pa amb tomata o pa amb tomaca en catalán) se utilizaba en pequeñas aldeas para aprovechar el pan duro y poder comérselo. También han dicho que ahora los hoteles en Cataluña, si quieren conseguir al menos cuatro estrellas, deberán servir en su carta de desayunos el pan tumaca. Lo que comenzó siendo un salvavidas para que los más pobres pudieran alimentarse ahora se ha convertido en una delicatessen, en un desayuno de lujo. Y hace tiempo que no comprendo este tipo de cosas; acaso sea una evolución o una valoración positiva con recompensa de lo artesanal; o simplemente una extravagancia de las modas y las normas del buen gusto. De lo ridículo que dejamos a veces que nos defina un símbolo, una marca, un gesto, que hace entrever que pertenecemos a cierta clase social o ámbito cultural. El enorgullecernos de todo lo material que tenemos, o querer aparentar que lo poseemos. Irrisorio, en todo caso. Cada vez me dejo llevar menos por este tipo de cosas. Apariencias, ademanes, alargar las eses al final de cada palabra, rascarse los testículos fingiendo que buscamos monedas sueltas en el bolsillo del pantalón. Nada de eso nos define. Al menos a mí no me define a nadie. Hace tiempo que lo llevo haciendo, y lo seguiré haciendo hasta que nunca más me vuelva a equivocar: sólo distingo entre buenas y malas personas. O, en este caso, ente buenas y malas comidas. Sin segundos significados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario